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3 de marzo de 2015

Primer Debraye

A todos nos ha pasado por la cabeza matar un político

Visualizad que con solo quererlo, podemos estar en otro momento, en el futuro, un futuro no demasiado lejano, Imaginaros que podéis trasladaros a un instante especial, que sois protagonistas de un suceso que en el presente y haciendo acopio de vuestra educación y los valores inculcados, no nos involucraríamos. Estoy segura de que lo habréis hecho infinidad de veces y os habéis visto como héroes, millonarios, amantes de algún personaje famoso, inventando alguna cosa que revolucionaría el mundo, os habéis imaginado siendo "the fucking masters of the universe". ¿cierto? Seguro que sí, también yo he pensado que soy lo más del mundo, la más hermosa, la más alta, la más de los más. 
Pero una vez, tuve un " polítical mind fart" que se relacionaba con una pregunta que me he hecho desde que empecé a empaparme de la situación socio-política y económica en España: ¿cómo es que nadie se ha levatando un día con la firme intención de acabar con la fuente de sus problemas y desventuras? ¿cómo es que nadie ha cogido un arma y luego de muchas prácticas de tiro al blanco, le apuntó a la cabeza a uno de los políticos que están haciendo miserable la existencia de cientos de miles de ciudadanos? 
Un día, me imaginé que había una persona, que sería una mujer joven, no demasiado joven, que un día, sintiendo que ya no tenía nada que perder, haría algo que nadie cercano a ella podría imaginar que sería capaz de hacer. Esta mujer se llama Elsa, porque me pareció un nombre apropiado para una mujer que un día decide llevar a cabo lo que millones han fantaseado: atentar y de ser posible, matar al presidente y a uno de sus colaboradores de gobierno. 
Esta mujer no es capaz de pensar en otra cosa y un día se decide hacerlo. Mientras está en su aburrido y mal pagado trabajo, Elsa hace un bosquejo de su plan, piensa una y otra vez en la forma de hacerse con una pistola, lo que no resultaría nada complicado si estuviese dispuesta a compartir su plan con su ex marido que casualmente tiene un arma. No, con ese hombre menos que con ninguno, es un gilipollas patriótico, es capaz de denunciarla. Sonríe cuando se da cuenta de que no tiene hijos y que nadie de su familia tendría que sufrir las consecuencias, a su único hermano, Javier, no le contaría nada por su propio bien, pero tendría que buscar la forma de hacerse con un arma con la que pudiera hacer un disparo certero a una distancia media. 
Mi asesina es una mujer normal, es una de millones de personas que dejaron madurar la locura de matar al presidente del país. Elsa no piensa en el impacto que un acto así tendría en ella misma, solo piensa que le haría un favor a todo el país, porque no sólo piensa acabar con él, también con aquel al que nombre sucesor. Lo más probable es que querrá repetir legislatura.
Se dice fácil, pero una voz en su cabeza le dice que no lo será. Lo cierto es que debe darse prisa, no falta mucho para que arranque toda esa carrera demencial de partidos políticos para alcanzar el poder. 
Elsa siente curiosidad por saber qué es lo que pasa por la cabeza de los otros aspirantes a gobernar, tal vez tenga ocasión de preguntarles.

Bien, pues es momento de comenzar el relato.
Girad la perilla y colocadla en las semanas previas a las elecciones generales. Imaginaros a una mujer bajita de unos 40 años, cabello castaño oscuro, corto y rizado, ojos grandes, del color de las aceitunas, de frente amplia, la cara ovalada, cejas pobladas, la boca mediana y llena que al abrirse muestra una dentadura bien cuidada pero con amalgamas y algún diente torcido. Delgada más no flaca, con poca cintura y las caderas escurridas montadas en un par de piernas bien ejercitadas. 
Elsa lleva varios meses entrenando, perfilando su plan. Consiguió el arma usando todos sus ahorros y haciéndose pasar por otra persona. 
Frente al espejo, esta vengadora urbana, prepara su transformación con maquillaje profesional. Una y otra vez, pone la mano en un maletín metálico y oscuro. Comienza colocándose una peluca que simule media calva, se pone un bronceador en crema y cubre el verde de sus ojos con lentillas oscuras. A su pequeña y afilada nariz la convirtió en una nariz chata y gruesa, sus dientes blancos se hicieron amarillentos y se coloca una cicatriz en el mentón que pueda ser mencionada en un retrato hablado. Su pecho de copa 80 fue aplanado por unas vendas y en sus hombros, una camisa con hombreras le hace más corpulenta. Se coloca un jersey que recogió de un contenedor de esos en los que la gente pone ropa vieja, y unos vaqueros. El poco cabello de su peluca tiene canas. Se bronceó las manos y se las quedó mirando con preocupación pensando que así como hay gente que tiene memoria fotográfica para los rostros y rasgos particulares, hay gente, como ella, que nunca olvida unas manos. Procuraría no mostrarse demasiado. Se contempló en el espejo de cuerpo completo durante largos minutos. Aún faltaba la barba postiza. Había recogido cabello de un compañero de trabajo al que había cortado el pelo hacía unos días. Le habían dicho que el pelo natural era mejor y si era de hombre, más, el pegamento especial fijaba mejor los recortes de pequeños pelitos que harían la vez de una barba descuidada y entrecana, como lo era el cabello de su compañero. 
Su corazón late rápidamente, pero está segura de lo que está haciendo aunque no las tiene todas consigo en lo que toca al desarrollo de su plan. 

Elsa está lista para cometer lo que penalmente se llama "magnicidio" y está convencida de que hace lo correcto. Dadas las circunstancias, le parece evidente que nadie más ha tenido los santos cojones de pararle - así, de forma definitiva - los pies a ese grupúsculo de pseudo políticos que han ido cargándose no solo la estabilidad social y económica del país, sino la dignidad y el respeto que los ciudadanos tenían de sí mismos.

Este relato queda en pausa, muy pronto continuará. Mi magnicida sigue su plan a pesar del miedo y el alto riesgo de ser pillada por la policía. 






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